Un abanico es un instrumento y un complemento de moda ideado
para que con un juego de muñeca rítmico y variable se pueda mover aire y
facilitar la refrigeración cuando se está en un ambiente caluroso. Se
considera originario de Oriente y su fabricación es delicada, en especial cuando presenta diseños artísticos y materiales de calidad. Con antecedentes en el flabelo egipcio, su estructura evolucionó del tipo fijo circular al modelo plegable.
De etimología latina, diminutivo de «abano»,
a partir de «vannus», nombre que en la cultura agrícola romana recibía
un utensilio usado para aventar la cascarilla de los granos de cereal, y
en las cocinas para avivar el fuego.
Sin recuperar su pasado glorioso, todavía hay en Occidente importantes fábricas de abanicos en especial en España(Comunidad Valenciana y Andalucia) y en America(Mexico y Puerto RIco).
Una descripción elemental distinguiría dos partes: el cuerpo o "país"
del abanico que sirve para mover el aire, y el mango que permite manejar
el instrumento. Por características de fabricación pueden distinguirse
dos tipos básicos, el abanico fijo o rígido y el abanico plegable.
Además de estos dos tipos básicos hay que mencionar el abano o «punkah», precursor del ventilador de techo.
La fabricación de un abanico requiere la colaboración de varias
categorías artísticas: un pintor para decorar o ilustrar el "país", un
escultor (marfil, hueso, concha, nácar) o grabador (maderas) para
taladrar el varillaje y, en los modelos más lujosos, un orfebre (metales). Junto a ellos, trabajan artesanos encargados del corte preciso de las varillas, el plegado y pegado de las telas o vitelas.
Se tiene constancia de que antes de aparecer el abanico plegable ya se
elaboraban ejemplares hechos de encaje y plumas. Y por lo que respecta
al tipo tradicional de abanico de varillas desplegables, se pueden
distinguir sucesivos estilos con el paso del tiempo. Así, en los siglos
XVI y XVII, en España, el abanico, de madera o marfil, con "país" de
tela o cabritilla bordada, solía ser de "vuelo corto" (13 varillas),
como el que muestra en sus retratos de corte Isabel, primera esposa de Felipe IV, o La dama del abanico, pintada por Velázquez.
En un principio su uso era común para ambos sexos, llevando los hombres pequeños ejemplares en el bolsillo y las mujeres unos de mayor tamaño.
Su utilización se hizo progresivamente exclusiva de las damas, llegando
a desarrollar un complicado código o "lenguaje del abanico" (según la
posición en la que se situaba, o la forma de sostenerlo o usarlo, se
estaba transmitiendo un tipo de mensaje u otro).
Así, por ejemplo, abanicarse rápidamente mirándote a los ojos se
traducía como “te amo con locura”, pero si se hacía lentamente, el
mensaje era muy distinto: “estoy casada y me eres indiferente”. Abrir el
abanico y mostrarlo equivalía a un: “puedes esperarme”. Sujetarlo con
las dos manos aconsejaba un cruel “es mejor que me olvides”. Si una
mujer dejaba caer su abanico delante de un hombre, el mensaje era
apasionado "te pertenezco". Si lo apoyaba abierto sobre el pecho a la
altura del corazón: “te amo”. Si se cubría la cara con el abanico
abierto: “Sígueme cuando me vaya”. Si lo apoyaba en la mejilla derecha
equivalía a un “sí”, pero si lo apoyaba sobre la izquierda era un “no”
rotundo y cruel.
La historia de la pintura universal, desde el grabado japonés a los impresionistas,
ha dejado una variada colección de ejemplos pictóricos que recogen y
amenizan la estética del abanico como arma de seducción femenina.(WIKIPEDIA)
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